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Alimentos de diseño, la última moda de la gastronomía francesa

Alimentos de diseño, la última moda de la gastronomía francesa No es un libro de recetas, ni una nueva guía gastronómica o de comidas típicas. Una empresa gala crea “colecciones de alta costura” de alimentos y bebidas.

No hay duda de que la comida entra por los ojos y eso en Francia, la cuna de los chefs más importantes del mundo, lo tienen claro. En especial Edouard Malbois y Philippe Baumont-Pagani, los fundadores de Enivrance, una empresa que se dedica a crear colecciones de “alta costura” de alimentos y bebidas. La idea de repensar la comida, cambiarle la apariencia, la texturas e innovar en combinaciones de olores y sabores surgió de juntar a un ex directivo de empresas como Coca-Cola, Procter&Gamble y Danone y a un director de arte publicitario. Malbois y Baumont, respectivamente, se unieron bajo una sola premisa: dar rienda suelta a su imaginación y diseñar como lo hacen los gurús de la moda cada año, sus propias colecciones de haute couture, sólo que prescindirían de telas, hilos y dedales y se lanzarían sobre frutas, verduras, harinas y azúcares.

Esta extravagante idea culinaria que busca darle un remozado look está dando sus primeros pasos. Hasta el momento, estos franceses han lanzado al mercado dos colecciones: “Urban vibrations” (Vibraciones urbanas) y “Essayages” (Guarniciones). La primera de ellas, inspirada en las formas de las calles de París dio como resultado una serie de alimentos en forma de bloques, burbujas, cápsulas y ladrillos apilables. Bloques de verdura que pueden transportarse fácilmente y comerse en cualquier lugar. Burbujas y cápsulas de aceites, vinagres y aderezos llenos de especias, hierbas y pequeños trozos de verduras, ideales para condimentar ensaladas. La idea de estas bolitas transparentes, parecidas a las que se venden para baños de inmersión, es que exploten en la boca del comensal y que éste descubra recién allí su sabor.

En Enivrance, un juego de palabras en francés entre enivrant –embriagante- y fragance –fragancia- las consignas son “observar lo que es genuino, empaparse de sensibilidad, mantener la mente abierta, transformar la efervescencia de la imaginación en comida y bebidas revolucionarias”. Desde su web sitio de Enivrance proclaman que buscan “establecer un encuentro mágico entre los mundos de la moda y los alimentos”. El resultado es único: texturas inesperadas, efectos visuales increíbles, nuevas formas, funciones originales y unas ganas tremendas de lanzarse -a caballo de la gula- sobre estas magníficas joyas culinarias.

Entre los productos, hechos a mano y sin conservantes, se pueden encontrar rebanadas de pan abotonadas que impiden que los componentes del sándwich se escapen, banditas elásticas con gusto a caramelo, cinturones de verdura, cuadernos cuyas páginas están hechas de frutas secas, chocolate, acelgas o especias y de los que basta con arrancar una hoja para tener un snack diferente. También hay tarjetas postales con gusto a bergamota y loncheras comestibles para que los chicos hagan de las suyas en el recreo; galletas con forma de caracoles, mariposas, cactus y escarabajos; manzanas y naranjas estampadas a mano; árboles con gusto a praliné, almendra y nugat que vienen en macetas de chocolate blanco; masas que asemejan telas y tejidos y lácteos aromatizados que parecen cremas y cosméticos.

Además, este amplio catálogo incluye bebidas y la estrella es sin duda el agua a la que vistieron de lujo aumentándole la densidad y agregándole lentejuelas y florcitas comestibles. Por momentos uno no sabe qué es lo que tiene en frente, si se trata de algo salado o dulce, gelatinoso o esponjoso, sólido o cremoso. Por ejemplo, las galletas con forma de caracol parecen a la vista de coco y miel, sin embargo son de manteca de ajo y perejil y páprika. Es que sin duda, los diseños de Enivrance son un verdadero carnaval de colores, sabores y olores.

En un comienzo, Malbois y Baumont estaban preocupados por cómo serían recibidas sus ideas, pero en cuanto sacaron sus colecciones al mercado, los aplausos no tardaron en llegar. Y no eran aplausos cualesquiera. Dos de los mejores chefs del mundo, el catalán Ferrán Adriá y el francés Marc Veyrat le dieron el visto bueno. Los hijos de Enivrance vinieron –nunca mejor dicho- con el pan bajo el brazo. Los famosos restaurantes parisinos Au Pied de Cochón y Le Procope y la prestigiosa cadena Harrods de Londres solicitaron diseños exclusivos. Más tarde se sumarían Nestlé, Unilever, Mc Cormick y hasta Guerlain y Loreal que pretenden productos de belleza que se puedan comer y beber. Pero el gran desafío de Enivrance es la colección 2005 que fue encargada por un cliente muy particular: Mc Donalds. Para curiosos y glotones, una verdadera oda a la comida.

Fuente: Diario Clarín

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